miércoles, 7 de noviembre de 2018

Fascismo y Liberalismo

FASCISMO Y LIBERALISMO

El dramaturgo y poeta alemán Bertolt Brecht dijo una vez que ¿de qué servía decir la verdad sobre el fascismo -que se condena- si no se decía nada contra el capitalismo que lo origina? (Brecht, 1963, pp. 3).
La Italia posterior a la Primera Guerra Mundial era un país convulso. Durante el Biennio Rosso el movimiento obrero estaba en auge, se formaban consejos fabriles, se ocupaban fábricas y fincas y se organizaban huelgas con frecuencia. Los capitalistas y latifundistas italianos temían por sus intereses y el miedo ante una posible revolución crecía. Estos se fijaron en el joven movimiento fascista, capaz de suprimir violentamente a los socialistas y comunistas mediante el denominado squadrismo. En palabras de Hobsbawm (1998):
❝ Las condiciones óptimas para el triunfo de esta ultraderecha extrema eran un estado caduco cuyos mecanismos de gobierno no funcionaran correctamente; una masa de ciudadanos desencantados y descontentos que no supieran en quién confiar; unos movimientos socialistas fuertes que amenazasen -o así lo pareciera- con la revolución social, pero que no estaban en situación de realizarla; y un resentimiento nacionalista contra los tratados de paz de 1918-1920. En esas condiciones, las viejas élites dirigentes, privadas de otros recursos, se sentían tentadas a recurrir a los radicales extremistas, como lo hicieron los liberales italianos con los fascistas de Mussolini en 1920-1922.❞ (pp. 133).
Vídeo 1: Fragmento del documental El fascismo en color (2007):

Aun siendo cierto que Mussolini perteneció en sus inicios al Partido Socialista Italiano, este renegó de este pasado. Por ejemplo, en el periódico fascista Il Popolo d’Italia, el 2 de julio de 1921, Mussolini afirmaba:
❝ Nosotros nos diferenciamos irreconciliablemente de todas las sectas socialistas, pues rechazamos todo internacionalismo, sea cual fuere, toda intervención del Estado en asuntos económicos.❞
Tras la puesta en escena de la marcha sobre Roma en 1922, el rey Víctor Manuel III nombra a Mussolini primer ministro y le ordena formar Gobierno. Mussolini ya anteriormente había definido su política contraria a la intervención estatal en la economía. En noviembre de 1921, Mussolini dijo:
❝ En cuanto a la economía, somos explícitamente antisocialistas… Devolveré los ferrocarriles y la telegrafía a manos privadas, porque el estado actual de las cosas es indignante y vulnerable en todas sus partes. El Estado ético no es el Estado monopolista, el Estado burocrático, sino el Estado que reduce sus funciones a lo estrictamente necesario. Estamos en contra del Estado económico.❞ (Bel, 2009 pp. 9-10).
De acuerdo con el programa adoptado por el Partido Nacional Fascista en diciembre de 1921, los objetivos de este en el plano económico eran:
  1. Devolver las empresas industriales, como el sistema telefónico y los ferrocarriles a empresas privadas (punto 8). (Bel, 2009, pp. 10).
  2. Renunciar al monopolio de los servicios postales y telegráficos, y permitir la iniciativa privada para ingresar al sector y eventualmente reemplazar el servicio estatal (punto 9). (Bel, 2009, pp. 10).
Durante todo 1922 Mussolini reafirmo sus intenciones de privatizar las empresas estatales. En un discurso en Udine en septiembre de 1922, poco antes antes de su llegada al poder, dijo:
❝ Debemos poner fin al Estado ferroviario, al Estado postal, al Estado asegurador. Debemos poner fin al Estado que desperdicia el dinero de todos los contribuyentes italianos y empeora las finanzas agotadas del Estado italiano.❞ (Bel, 2009, pp. 10).
Mussolini, tras llegar al poder, forma un gobierno con los liberales y conservadores, con los que compartía su anticomunismo, su darwinismo social o su oposición a la lucha de clases. El destacado liberal italiano Benedetto Croce, por ejemplo, justificó el apoyo liberal a los fascistas. Según sus declaraciones al diario Giornale d’Italia, el 9 de julio de 1924, el fascismo era:
❝ (Un) puente de transición para la restauración de un régimen liberal más severo en el marco de un Estado más fuerte.❞ (Marcello Mustè, 2016)
El Partido Nacional Fascista concurrió a las elecciones de 1924 con el Partido Democrático Liberal, el Partido Liberal Italiano y el democristiano Partido Popular Italiano en la llamada Lista Nazionale (en español, Lista Nacional). Los fascistas y su coalición electoral ganaron las elecciones de 1924 gracias a la denominada Ley Acerbo. Y tras esto, los liberales y conservadores votaron a favor de Mussolini en una moción de confianza el 25 de junio de 1924. En junio de 1921, en su primer discurso como miembro del Parlamento italiano, Mussolini dijo:
❝ El Estado debe tener una policía, un poder judicial, un ejército y una política exterior. Todas las demás cosas, y no excluyo la educación secundaria, debe volver a la actividad privada de los individuos. Si uno quiere salvar al Estado, el Estado colectivista debe ser abolido.❞ (Bel, 2009, pp. 9).
Liberales italianos como Luigi Einaudi o Antonio Salandra dieron la bienvenida al fascismo (Losurdo, 2001, pp. 327). Este tímido apoyo por parte de los liberales al fascismo no es de extrañar, ya que los principales promotores del liberalismo económico del siglo XX tuvieron amplios lazos con el fascismo. Ludwig von Mises, por ejemplo, aparte de ser un prominente cargo público durante la dictadura de Engelbert Dollfuss, se unió a la organización austrofascista Vaterländische Front (en español, Frente Patriótico) el 1 de marzo de 1934 (Hülsmann, 2007, pp. 677). Esto sucedió justo después de la guerra civil austríaca (12-16 de febrero de 1934) y de que Dollfuss ilegalizara el Partido Comunista de Austria y el Partido Socialdemócrata de Austria (Crouzet, 1961, pp. 222). Mientras, los miembros de dichos partidos eran perseguidos y asesinados. La simpatía de Mises hacia el fascismo venía de antes de la dictadura. Este, al igual que muchos liberales italianos, veía al fascismo como una ideología capaz de frenar a los comunistas y socialistas violentamente, así como de proteger la propiedad privada de los medios de producción. En palabras de Mises (1985):
❝ No se puede negar que el fascismo y movimientos similares destinados al establecimiento de dictaduras están llenos de las mejores intenciones y que su intervención ha, por el momento, salvado la civilización europea. El mérito que el fascismo ha de ese modo ganado por sí mismo vivirá eternamente en la historia.❞ (pp. 50).
Mussolini, tras su llegada al poder, nombró a Alberto De Stefani como ministro de Finanzas en 1922 (De Corso, 2015, pp. 54). De Stefani era un conocido economista liberal que comenzó a aplicar medidas económicas laissez-faire. Mussolini definió en 1923 su posición económica así:
❝ El Gobierno otorgará plena libertad a la empresa privada y abandonará toda intervención en la economía privada.❞ (Schmidt, 1939, pp. 115).
Se redujeron los impuestos, se privatizó empresas estatales, se suprimió los impuestos sobre la herencia introducidos anteriormente por los socialistas y se promovió las exportaciones mediante la reducción de los aranceles (De Corso, 2015, pp. 54). De Stefani siguiendo la teoría monetarista de la inflación, ordenó quemar 320 millones de liras (De Corso, 2015, pp. 54). El gasto público se redujo, mientras el gasto privado no paró de crecer (a excepción del año 1927). Tras la llegada al poder de Mussolini en 1922, en un solo año, el gasto público se desplomó un 32%, y para 1929 solo representaba un 65,1% del nivel de 1922 (ver gráfico 1).
Gráfico 1: Evolución del consumo privado y del consumo publico en Italia (1922-1929):






Italia fascista (1922-1929).png
Fuente: De Corso (2015, pp. 58).

La Italia fascista fue uno de los primeros países de la historia moderna en privatizar empresas estatales. Los fascistas, cumpliendo sus promesas, privatizaron el monopolio estatal de la venta de cerrillas, suprimieron el monopolio estatal de los seguros de vida, se vendieron la mayoría de las redes estatales de teléfonos, devolvieron a manos privadas la empresa Ansaldo o permitieron concesiones privadas para gestionar los peajes de las autopistas (Bel, 2009, pp. 3).
Todas estas mediadas molestaron especialmente a la banca privada, debido a que la deflación afectaba a los valores en la bolsa, además de a la Confindustria, a la industria pesada y a los latifundistas privados, debido a la desprotección de los productos nacionales por la reducción de los aranceles y a la disminución de las ayudas gubernamentales a los propietarios privados (De Corso, 2009, pp. 54-55). Es así, que en 1925, se destituye a De Stefani por el empresario Giuseppe Volpi. Volpi, hasta su salida del cargo en 1928, mantuvo la política de restricción del gasto público (ver gráfico 1). En un discurso de Mussolini, el 18 de marzo de 1923, ante el II Congreso de la Cámara de Comercio Internacional en Roma, dijo:
❝ Las direcciones económicas del nuevo Gobierno italiano son simples. Creo que el Estado debe renunciar a todas sus funciones económicas, particularmente aquellas de un carácter monopolista.❞ (Bel, 2009, pp. 10).
Mussolini también prohibió las libertades sindicales, las huelgas y los sindicatos de clase, esto fue gracias al Pacto de Chigi y al Pacto de Vidoni con los grandes capitalistas italianos (Crouzet, 1961, pp. 217). El papel del fascismo es definido de la siguiente manera por Crouzet (1961):
❝ En definitiva el fascismo es esencialmente un movimiento reaccionario y antiobrero, fundado en el mito de la eliminación de la lucha de clases; la destrucción de los partidos y los sindicatos son los primeros actos mediante los cuales desarma a los obreros y los coloca en una situación irremediablemente de inferioridad frente a los patronos.❞ (pp. 206).
Los fascistas también asesinan y detienen a sus opositores socialistas y comunistas, como en el caso de Giacomo Matteotti o Antonio Gramsci. Muchos otros se exilian o se unen a la lucha contra el fascismo, en España, en el Batallón Garibaldi (Crouzet, 1961, pp. 220-221).
Escena de la película Novecento (1976):

En 1927 se crea, a petición de Mussolini, la llamada Carta de Trabajo (en italiano, Carta del Lavoro). En ella se establecen una serie de pautas a seguir en el plano económico y social. En el artículo 7 de esta se establece que la propiedad privada de los medios de producción, es la forma de gestión empresarial más preferible, al ser esta “más eficaz y más útil”:
❝ El Estado corporativo considera la iniciativa privada en el campo de la producción como el instrumento más eficaz y más útil para los intereses de la nación.❞ (Mussolini, 1927, pp. 3).
En la Carta de Trabajo, como en la Carta della Mezzadrìa, no se hace referencia a la jornada laboral de 8 horas ni a ninguna medida eficaz contra el paro ni a la violación del estatuto por los patronos (Crouzet, 1961, pp. 219).
Los fascistas introdujeron también el término corporativismo, que según la Real Academia Española (RAE) es:
❝ Doctrina política y social que propugna la intervención del Estado en la solución de los conflictos de orden laboral, mediante la creación de corporaciones profesionales que agrupen a trabajadores y empresarios.❞
Es decir, los fascistas abogaban por la armonía de clases, diametralmente opuesta a la lucha de clases marxista, defendida por socialistas y comunistas. Los fascistas siguieron así, lo que defendía la encíclica católica del siglo XIX Rerum novarum. El propio Mussolini negaba la lucha de clases y el internacionalismo marxista, en sus palabras:
❝ Negamos la existencia de dos clases, porque hay muchas más que dos clases. Negamos que la historia humana pueda explicarse en términos de economía. Negamos tu internacionalismo. Ese es un artículo de lujo que solo los elevados pueden practicar, porque los pueblos están apasionadamente ligados a su tierra natal.
Afirmamos que la verdadera historia del capitalismo está comenzando ahora, porque el capitalismo no es solo un sistema de opresión, sino que también es una selección de valores, una coordinación de jerarquías, un sentido más amplio de responsabilidad individual.❞ (Munro, 1933, pp. 120-121).
El fascismo nunca fue un movimiento en defensa de la clase obrera. En 1930, por ejemplo, de los 308 jefes fascistas italianos, 254 procedían de la pequeña burguesía (Crouzet, 1961, pp. 203). Según Crouzet (1961):
❝ Desde 1933 apenas la mitad de los niños se han alistado en las diversas organizaciones fascistas, los obreros y campesinos se desinteresan de ellas y son especialmente las clases dirigentes las que inscriben a sus hijos.❞ (pp. 219).
Tras la crisis económica de 1929, que se extendió por todo el mundo capitalista hasta llegar a Italia, el Estado gana más peso en la economía y se implementan una serie de medidas como el rescate de los tres mayores bancos privados italianos (De Corso, 2015, pp. 61)Es así, que se salva la propiedad privada tras la crisis, en 1934, el ministro de Agricultura fascista declaró:
❝ Mientras que en casi todas partes la propiedad privada estaba soportando las mayores cargas y sufriendo los más duros golpes de la depresión, en Italia, gracias a las acciones de este Gobierno fascista, la propiedad privada no solo ha sido salvado, pero también se ha fortalecido.❞ (Schmidt, 1939, pp. 129-130).
En 1934, Mussolini aún mantenía su apoyo a la propiedad privada declarando:
❝ La economía corporativa respeta el principio de la propiedad privada. La propiedad privada completa la personalidad humana.❞ (Schmidt, 1939, pp. 115).
Tras la invasión italiana de Etiopía en 1935, y con las sanciones de la Sociedad de Naciones a Italia, la autarquía del país se aceleró. El gasto público de la Italia fascista en 1939, antes de la Segunda Guerra Mundial, solo representaba un 19,4% del PIB (De Corso, 2015, pp. 70)Este porcentaje estaba en la línea de otros países también capitalistas, por ejemplo, en Reino Unido era de un 30% del PIB en 1937 (Tanzi y Schuknecht, 2000, pp. 6-7). El gasto público apenas varió durante el fascismo, en 1920 representaba un 30,1% del PIB, para 1937 era un 31,1% del PIB (Tanzi y Schuknecht, 2000, pp. 6-7).
Este artículo se centra prácticamente solamente en la etapa liberal de la Italia fascista (1922-1929) y su único objetivo es demostrar que el fascismo y el liberalismo económico no son del todo incompatibles como se suele pensar, Pinochet o Videla son otros ejemplos.
José Alfredo Martínez de Hoz explica el plan económico de la dictadura militar argentina (1980):

Como el propio Hayek expresó en unas declaraciones fechadas a 12 de abril de 1981, al periódico conservador chileno El Mercurio durante la dictadura de Pinochet:
❝ A veces es necesario que un país tenga, por un tiempo, una u otra forma de poder dictatorial. Como usted comprenderá, es posible que un dictador pueda gobernar de manera liberal. Y también es posible para una democracia el gobernar con una total falta de liberalismo. Mi preferencia personal se inclina a una dictadura liberal y no a un gobierno democrático donde todo liberalismo esté ausente.❞ (Valier, 1994, pp. 47).

  • Bibliografía:
Bel, Germà (2009). From Public to Private: Privatization in 1920’s Fascist Italy. Florencia: European University Institute. ISSN 1028-3625.
De Corso, Giusseppe (2015). La política económica del fascismo italiano desde 1922 hasta 1943: breves consideraciones para su comprensión. Revista tiempo&economía. Vol. 2/2, nº 2, pp. 49-77. Bogotá: Universidad Jorge Tadeo Lozano.
Hülsmann, Jörg Guido (2007). Mises: The Last Knight of Liberalism. Auburn, Alabama: Ludwig von Mises Institute. ISBN 978-1-933550-18-3.
Mussolini, Benito (1927). The Labor Charter.
Mises, Ludwig von (1985). Liberalism: In the Classical Tradition. Irvington-on-Hudson, Nueva York: The Foundation for Economic Education/San Francisco, California: Cobden Press. ISBN 0-930439-23-6.
Hobsbawm, Eric (1998). Historia del siglo XX. Buenos Aires: Editorial Crítica. ISBN 987-9317-03-3.
Schmidt, Carl T. (1939). The Corporate State in Action: Italy Under Fascism. Nueva York, N. Y.: Oxford University Press.
Crouzet, Maurice (1961). Historia General de las Civilizaciones: La Época Contemporánea. Volumen VII. Barcelona: Ediciones Destino. ISBN 84-233-0794-8.
Losurdo, Domenico (2011). Liberalism: A Counter-History. Londres: Verso Books. ISBN 978-1-84467-693-4.
Brecht, Bertolt (1963). Las cinco dificultades para escribir la verdad. Boletín del Seminario de Derecho Político. Nº 29-30. Salamanca: Universidad de Salamanca.
Tanzi, Vito y Schuknecht, Ludger (2000). Public Spending in the 20th Century.Cambridge: Cambridge University Press. ISBN 0-521-66291-5.
Munro, Ion Smeaton (1933). Through Fascism to World Power: A History of the Revolution in Italy. Londres: Alexander MacLehose and Co.
Valier, Jacques (1994). Liberalismo económico, desigualdades sociales y pobreza en los países subdesarrollados. Cuadernos de Economía. Vol. 14, nº 21, pp. 35-65. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia. ISSN 2248-4337.
  • Fuentes Web:

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Economía de Cuba (1959-1989)

Este año se cumplen 60 años del triunfo de la Revolución cubana en 1959. Es por ello, que hoy analizaremos brevemente la economía cubana en...